CIUDADES INTELIGENTES

el

inteligente

LOS AUTOS SON IRRACIONALES

Las ciudades son el foco de consumo que destruye el medio ambiente. Una urbe de 1 millón de habitantes se alimenta de los recursos de un radio de 200 kilómetros de naturaleza viva. Entonces, según sea el modelo del funcionamiento urbano será el impacto medioambiental, el consumo eficaz de la energía y el nivel de contaminación.

Las ciudades son el foco de consumo que destruye el medio ambiente. Una urbe de 1 millón de habitantes se alimenta de los recursos de un radio de 200 kilómetros de naturaleza viva. Entonces, según sea el modelo del funcionamiento urbano será el impacto medioambiental, el consumo eficaz de la energía y el nivel de contaminación.

Los autos son un concepto totalmente irracional para el ahorro útil de la energía promedio. Las ciudades deberían evolucionar hacia sistemas integrados de transporte urbano colectivo, reemplazando la casi totalidad de los vehículos individuales. Trenes aéreos sostenidos por pórticos de hormigón, capaces de girar en 25 metros, podrían recorrer las calles cada 10 cuadras y transformarse en un sistema altamente eficiente. Además tal tren podría ser eléctrico o impulsarse mediante hidrógeno, lo que permitiría descontaminar el ambiente. Dar este paso es prioritario. El automóvil es un total derroche de los recursos y debe ser reemplazado. Contamos con la tecnología para lograrlo. Falta la decisión política. Y evitar los conocidos negociados. Poner fin a la era de las automotrices no es el fin del mundo sino el principio de la solución al gran problema de la contaminación por CO2.

El Proyecto Domus consiste en la instalación de Servers en los edificios y en el tendido de fibra óptica hacia las unidades funcionales. Esto permite la alta digitalización de todas las funciones vitales de los consorcistas. Se complementa con el Proyecta Lasersat consistente en la instalación de antenas laser en la azotea los edificios formando una burbuja virtual de interconectividad de datos, conectadada directamente con los satélites, con capacidad para funcionar el conjunto, como una antena satelital receptora de gran porte. Complementando esta tecnología antes del 2025 estarán disponibles los dispositivos de Human-x Technologies, unidades de micro PC integrando los BCI, google glass y telepatía digital sintética, haciendo posible telecontrolar con comandos mentales todos los aparatos en el hogar, en el transporte y en el trabajo.

La expresión «ciudad inteligente» es la traducción y adaptación del término en idioma inglés «smart city». Es un concepto emergente, y por tanto sus acepciones en español y en otros idiomas, e incluso en el propio idioma inglés, están sujetas a constante revisión. Es también un término actual, que se está utilizando como un concepto de marketing (mercadotecnia) en el ámbito empresarial, en relación a políticas de desarrollo, y en lo concerniente a diversas especialidades y temáticas.

La «ciudad inteligente» a veces también llamada «ciudad eficiente» o «ciudad súper-eficiente», se refiere a un tipo de desarrollo urbano basado en la sostenibilidad2 que es capaz de responder adecuadamente a las necesidades básicas de instituciones, empresas, y de los propios habitantes, tanto en el plano económico, como en los aspectos operativos, sociales y ambientales.3 Una ciudad o complejo urbano podrá ser calificado de inteligente en la medida que las inversiones que se realicen en capital humano (educación permanente, enseñanza inicial, enseñanza media y superior, educación de adultos…), en aspectos sociales,1 en infraestructuras de energía (electricidad, gas), tecnologías de comunicación (electrónica, Internet) e infraestructuras de transporte, contemplen y promuevan una calidad de vida elevada, un desarrollo económico-ambiental durable y sostenible, una gobernanza participativa, una gestión prudente y reflexiva de los recursos naturales, y un buen aprovechamiento del tiempo de los ciudadanos.

Las ciudades modernas, basadas en infraestructuras eficientes y durables de agua, electricidad, telecomunicaciones, gas, transportes, servicios de urgencia y seguridad, equipamientos públicos, edificaciones inteligentes de oficinas y de residencias, etc., deben orientarse a mejorar el confort de los ciudadanos, siendo cada vez más eficaces y brindando nuevos servicios de calidad, mientras que se respetan al máximo los aspectos ambientales y el uso prudente de los recursos naturales no renovables..

Hoy día, el concepto de ciudad (más) inteligente o de espacio (más) inteligente, es muy utilizado en marketing por parte de expertos en sociedades comerciales y en aglomeraciones urbanas, aunque en muchos casos poniendo énfasis en un solo aspecto, lo que en buena medida traiciona el concepto que se intenta desarrollar, que tiene un importante componente holístico e integral.En efecto, una ciudad o un territorio que se considere inteligente se manifiesta fundamentalmente por su carácter multidimensional y multifacético, en términos de actores, en cuanto a dominios clave (transportes, energía, educación, salud, residuos, vigilancia, economía…), y en desarrollo y utilización de tecnologías. Naturalmente, los principales actores del sector privado implicados en un proyecto como el analizado de ciudad, territorio, barrio o edificio inteligente, son los industriales y empresarios de sectores clave, tales como energía, agua, transportes, y servicios… así como dirigentes de empresas públicas de telecomunicaciones e infraestructuras, editores, proveedores de logicales de apoyo a la gestión, así como a la administración y a la consultoría.

 

La tecnología ha moldeado históricamente la vida de las ciudades. El telégrafo, las redes eléctricas, los trenes. Lo que más ha influido hasta el momento en su transformación es el auto, convertido en los años treinta en un símbolo de libertad personal en torno al cual se organizó la sociedad. Ahora, las nuevas tecnologías de la información están produciendo otro gran cambio: las llamadas ciudades inteligentes prometen optimizar la climatización de los edificios, incrementar la relación con los ciudadanos, mejorar la gestión del tráfico y, en general, más eficiencia. ¿Cómo es la vida en estas ciudades? ¿Qué papel juegan sus habitantes?

 

La aplicación de la tecnología en las urbes se ha convertido en uno de los temas de moda y los pensadores urbanos lanzan mensajes de cautela. «Estamos dando rienda suelta a poderes capaces de medir el mundo a un altísimo nivel de detalle. Y cada vez está más claro que nadie sabe realmente cómo vamos a gestionar esos poderes», advierte Anthony Townsend, profesor de Urbanismo de la Universidad de Nueva York y autor de Smart Cities: Big Data, Civic Hackers, and the Quest for a New Utopia. «El boom de las ciudades inteligentes se debe a que el mundo está urbanizándose más rápido que nunca y, al mismo tiempo, Internet está ya en todas partes. Las tecnologías de la información nos ayudan a buscar soluciones cada vez más creativas. ¿Cómo gestionar la basura, el tráfico? ¿Cómo controlar las calles?», añade en una entrevista telefónica Townsend, que considera que no se ha dedicado el tiempo suficiente para analizar el impacto de estas supuestas ventajas.

 

En el nuevo inframundo tecnológico urbano, los avances son a veces invisibles. Los habitantes no siempre son conscientes de dónde están las cámaras, qué están grabando o si están equipadas con algoritmos capaces de identificar caras. En el centro de control del Ayuntamiento de Río de Janeiro, un gigantesco muro de pantallas controla en tiempo real transmisiones de vídeo que llegan desde estaciones de metro e intersecciones importantes. Información sobre el tiempo, accidentes, incidencias, actos delictivos. Townsend advierte de que el potencial tecnológico constituye una arma de doble filo y que hay que asegurarse de que se trata de sistemas transparentes.

 

La noción de ciudad inteligente parece haberse originado dentro de las empresas más que en un partido político, grupo o individuo

 

El mercado de las ciudades inteligentes es además multimillonario, lo que lleva a algunos a pensar que se trata, principalmente, de un negocio. El diseñador urbano Adam Greenfield considera, en su libro Against the Smart City, que «la noción de ciudad inteligente parece haberse originado dentro de las empresas más que en un partido político, grupo o individuo reconocido por sus contribuciones a la teoría o la práctica de la planificación urbana».

 

Una simulación de cómo se vería una de las proyectadas ciudades inteligentes de China. Foto: Archivo

 

El potencial de la tecnología para las metrópolis es enorme. Sensores que encienden y apagan las luces de un edificio al paso de las personas de forma automática; controlan cada cuánto se llena un contenedor de basura, para que el camión pase a recogerla solo cuando sea necesario, y que localizan plazas de aparcamiento libres. Dos de los ejemplos más extremos son Masdar, en Abu Dhabi -creada de la nada sobre la base de la tecnología: está abastecida por energía solar y su objetivo es ser totalmente autosuficiente – y Songdo, en Corea del Sur, una nueva urbe que usa software y sensores para optimizar sus funciones.

 

Un caso destacado español es Vitoria, que obtuvo el reconocimiento de capital verde europea en 2012 gracias, entre otros, a un sistema de riego que tiene en cuenta si ha llovido y detecta rápidamente las averías para evitar pérdidas de agua; o una aplicación que recoge comentarios y sugerencias geolocalizadas de sus habitantes y posibilita, según sus promotores, una mayor respuesta del Ayuntamiento. En Madrid, entre otras cosas, se ha desplegado un sistema que permite a los ciudadanos comunicar de forma inmediata problemas en las vías, como árboles caídos, pavimento deteriorado y un columpio roto en un parque. «Se trata de facilitar la vida al ciudadano advirtiéndole, por ejemplo, de que hay atascos en una calle para que busque una alternativa», explica Olga Blanco, responsable de consultoría para ciudades inteligentes de IBM en España. Otras empresas punteras son Cisco, Microsoft y Siemens.

 

La posibilidad de conseguir una gestión eficiente y rápida es, evidentemente, un avance. Pero el urbanista británico Dan Hill considera que lo que el mundo necesita es una nueva visión sobre cómo las instituciones de la ciudad tradicional deben adaptarse a un sociedad cada vez más contectada. Para él sigue siendo tan vigente como hace 50 años el aforismo de del arquitecto Cedric Price: «La tecnología es la respuesta, pero ¿cuál era la pregunta?’.

 

«Las ciudades no solo tienen que ser inteligentes, sino ecológicas y democráticas», opina el arquitecto-urbanista Jon Aguirre Such, socio de la oficina de innovación urbana Paisaje Transversal. «Hay que conjugar los intereses de las empresas, las Administraciones locales y la ciudadanía para conseguir una perspectiva integral», advierte. Su estudio ha diseñado el Laboratorio Urbano Abierto de Zaragoza, desde el que se han generado soluciones en materia de eficiencia energética, movilidad sostenible y comercio local. Iniciativas similares se están poniendo en marcha en las principales ciudades del mundo.

 

En el futuro, los tecnófilos más visionarios sueñan con urbes sin conductores (autos eléctricos que van solos) y colectivos que circulan por encima del tráfico, para que sea más fluido. ¿Ciencia ficción?

Infraestructura. Operaciones. Personas.

 

¿Qué hace a una ciudad? La respuesta es claramente el conjunto de las tres. Una ciudad es un sistema de sistemas interconectado. Un trabajo dinámico en progreso, con el progreso como lema. El objetivo de estos tres pilares es lograr una ciudad más inteligente en todo.

 

Las ciudades más inteligentes impulsan el crecimiento económico sostenible y la prosperidad para sus ciudadanos. Sus dirigentes disponen de las herramientas necesarias para analizar los datos que les permitirán tomar mejores decisiones, anticiparse a los problemas para resolverlos de forma proactiva y coordinar los recursos para actuar de forma eficiente.

 

A medida que las demandas aumentan y los presupuestos se ajustan, se necesitan soluciones más inteligentes, que atiendan a la ciudad de forma global. Mediante la recopilación y el análisis de la gran cantidad de datos que se genera cada segundo, herramientas como IBM Intelligent Operations Center (US) coordinan y comparten datos en una única vista, creando una imagen general para los responsables de dar soporte a la ciudad más inteligente.

Deja un comentario